"Pero si me dieran a elegir entre todas las vidas yo escojo la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo con cara de malo, el viejo trhán capitán de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera"
-Joaquín Sabina-
Como un dios en edad de jugar
Ya casi con un piecito en un nuevo año que comienza y, como es común para esta época, algo distendido, voy a dedicar mi último post del año a retomar el tema de los primeros signos que en mi infancia empezaban a marcar un camino que me condujo a lo que hoy resulté ser en lo que respecta a la cuestión cultural. En publicaciones anteriores (parte I y parte II) del mismo título abordé el aspecto religioso, ahora es turno de la fantasía y la imaginación…que no sólo de no creer en dios se hace un bright. Como bien dice Carl Sagan: Necesitamos escepticismo e imaginación, la imaginación nos llevará a menudo a mundos que no existieron nunca, pero sin ella no podemos llegar a ninguna parte, el escepticismo nos permite distinguir la fantasía de la realidad.
Lo primero que hoy en retrospectiva puede llegar a llamarme la atención de mis primeros años fue una época en que, contando con siete u ocho y sin saber bien por qué, la imaginación cobró protagonismo en mi hora lúdica (podría decir cariñosamente que me agarró un ataque de “bo-ludismo” ). La cuestión es que repentinamente dejé de jugar con mis juguetes, (que no eran pocos ni carecían de sofisticación) y hacía lo siguiente: llenaba el suelo de mi habitación con las sábanas, colchas y almohadas simulando montañas o ríos, luego agarraba cualquier tipo de elementos que no fueran juguetes y según su morfología les adjudicaba una determinada función, por ejemplo un encendedor era un dragón, una tijera era un cocodrilo, una bandeja el barco y así con cada elemento que encontraba. Es como que sentía cierto placer y preferencia por imaginar no sólo las situaciones, como es habitual en los juegos, sino también las escenografías y los personajes. Recuerdo que esta práctica la repetí sistemáticamente durante varios meses hasta que los juegos cambiaron.
Recuerdo, como si fuera ayer -cómo olvidarlo- que hasta en mi primera incursión en el sexo opuesto (debo aclarar que me refiero a incursión sólo en carácter de reconocimiento visual) tuve que recurrir a la imaginación. Bajo ningún concepto podía recurrir al trillado truco de proponerle a la niña en cuestión jugar al doctor, mi intuición masculina me decía que si lo hacía, ella iba a saber mis oscuras pero tan claras intenciones y huiría despavorida, así es que en el medio del patio me inventé el juego del circo, éste consistía en que cada uno por turnos iba mostrando sus habilidades hasta que luego de varias demostraciones payasescas ambos terminábamos mostrando nuestras respectivas debilidades. Resultado óptimo. Misterio develado.
Unos años más tarde se presentó otra situación que seguramente de alguna manera se puede advertir cierta reflexión en el presente. Se aproximaba el carnaval y era la primera vez que me iba a disfrazar. Esto, por más que lo parezca, no es un tema menor ya que a esa edad elegir un disfraz dice

Ahora me gustaría repasar algunos de los programas de TV que también en cierta medida a través del entretenimiento influyeron en algún modo, bueno aparte del éxtasis visual que representó para mí la primera vez que vi la película Fantasía de Walt Disney en el cine. Solía ver en la pantalla chica programas tales como La Pantera rosa y el inspector con su despreocupado andar y su cinismo clásico, Los tres chiflados para poner un poco de acción a fuerza de cachetadas, El show de Pepe Biondi que tenía un estilo similar pero a nivel nacional, el humor genial del chavo del ocho, etc. Todos estos programas, aún hoy vigentes, cada vez que tengo tiempo y los están pasando confieso que me detengo a mirarlos un rato y me divierten prácticamente de la misma manera que en aquellos años.
Hubo una serie de dibujos que también me provocó curiosidad que más adelante me llevaría a mejores puertos, la cual, a manera de rescate emotivo y de sorpresa les dejo el video de la presentación al final del post para ver quién lo recuerda.

También miré fascinado una serie completa de dibujos japoneses que se llamaba El capitán Raimar o Harlock que, oh casualidad, era la historia de un pirata del espacio que deambulaba por el universo con su nave espacial Arcadia. Esta serie resultó ser el nexo con la lectura que me llevó a comprar uno a uno los fascículos de una enciclopedia muy buena que se llamaba Fantaciencia dedicada a la ciencia ficción, hasta ese momento mi lectura anterior pasaba por los libros del colegio y una colección de cuentos rusos para niños que aún no se exactamente de donde habían salido. Esto inevitablemente me indujo a tomarme la ciencia ficción más en serio y puntualmente a pedir mi primer libro de Asimov que se llamaba Fundación, luego Segunda fundación, Fundación e imperio y más adelante las Crónicas marcianas de Bradbury. Fue la suma cronológica de todo esto lo que potenció mi imaginación de una manera vertiginosa. Tenía unos once años, era más o menos para la misma época en que yo, como conté anteriormente, empecé a descreer de la religión que me habían enseñado, fue en esos días en que una noche me subí a la terraza y empecé a mirar el cielo. Hasta este punto la fantasía era una realidad lógica de mi infancia, pero luego todo iba a cambiar, seguramente el año próximo completaré esta historia con el fin de mi niñez. A propósito les deseo de todo cortex que ojalá el año que entra les resulte de lo mejor.
Les dejo el video anunciado y no se emocionen que son Los Parchís, bueno aunque sea la música es de Ludwig Van Beethoven… Nunca entendí muy bien a qué señor se refería exactamente ni a qué dragón…en fin, disculpen la calidad, es lo único que había.
Saludos
Juan Carlos
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