sábado, 28 de agosto de 2010

Me voy a Morir y tengo Miedo. Una Opinión Personal (parte II) -Juan Carlos Alonso-



"La muerte, madre y consejo, rompe a afilar la guadaña, me alza la voz, me regaña porque no espero a ser viejo.Traspasando su entrecejo llego al fondo del secreto. Y con crecido respeto veo cómo se deslizan dos lágrimas por las lisas mejillas de su esqueleto."

-Silvio Rodríguez-



UNA IDEA MÁS ÚTIL A LA HORA DE ASUMIR LA MUERTE (Segunda y última parte)







[...] La gente se siente “infinitamente” reconfortada con la idea de la continuidad y elige, entre las tantas que hay, la opción que mejor le place. Ya sea pasar una eternidad en el cielo (si su dios considera que se portó bien e hizo los deberes), otros prefieren la idea de la reencarnación en otras personas, e incluso algunos prefieren reencarnarse tal vez en un repollo (que no tiene carne) para luego indefinidamente ir mutando de especie en especie de forma azarosa, hay también quien piensa que pasará a otras dimensiones, y así muchos supuestos más.
Este tipo de respuestas son las escuchaba normalmente al hacer la segunda pregunta que mencioné anteriormente, y todas apuntan a la idea de eternidad a manera de consuelo. Pero ¿Alcanza para consolarnos el sólo hecho de basar esta idea en la continuidad?
Si pensamos en el ejemplo de la reencarnación podemos preguntarnos ¿Qué gracia tiene reencarnarse en otra persona si no se tiene conciencia de ello? o ¿Cuál es la ventaja de creer reencarnarse en un perro si ni siquiera tiene conciencia de ser perro? Evidentemente no resulta demasiado consoladora la sola idea de continuar y debe ser por eso que no es demasiada gente la que la adopta. Si analizamos las opciones más aceptadas ampliamente, que son las religiosas, nos damos cuenta que la perpetuidad está necesariamente complementada con otros valores que las personas consideramos importantes, tales como resultan ser la felicidad, la paz o el bienestar.
Me resulta sumamente curioso y útil, al intentar desmenuzar esta cuestión, ver la actitud dubitativa o contrariada que surge en quienes creen en este tipo de cosas ante preguntas tales como ¿Te gustaría vivir tu vida -tal cual es- eternamente? O bien ¿Tomarías un pastilla de las del tipo Un mundo feliz, en caso que la ciencia diera con la fórmula? Generalmente, en la primera muchos dudan en un primer momento, para luego decir que no, mientras que en la segunda suelen responder automática y enfáticamente que no ¡A quién se le ocurre semejante cosa! Aunque, por otro lado, no tienen demasiado problema en recurrir a la química a la hora de dormir o de calmar ansiedades. De esto podemos deducir que una vida eterna y humana, alternando alegrías, momentos neutros, y tristezas no es algo deseado; lo mismo que no se desea una vida feliz inducida por otra persona en forma artificial, pero sí se acepta con gusto una vida espiritual, eterna y feliz, autorizada por una entidad divina en forma ¿natural?
Con estos conceptos contradictorios en juego, lo que podemos advertir con claridad, es que con lo que se está lidiando en realidad, es con lo que llamamos una utopía. Para ser aún más claro, bien sabemos que asuntos como la eternidad, la felicidad o la paz constantes, son utópicos; vivimos esforzándonos para alcanzarlos, y por más que se han logrado algunos avances con el correr de los años, y sobre todo en los últimos, siempre van un paso más adelante ¿Y qué hace la mayoría de las personas entonces?
Se conforma con el consuelo de hacerlos realidad de manera ilusoria para cuando se mueran. Esto, como dije al principio, a mí no me sirve ni un poco.
Considerar especialmente este punto, fue lo que me llevó a reflexionar sobre el tema y ver si de alguna manera podía hallar algo, que aparte de resultar reconfortante (por más que no deje de ser un consuelo) sea estrictamente realista y también resulte definitivamente más útil para los momentos en que pensamos en ello.
No es muy difícil encontrarlo si nos hacemos la siguiente pregunta ¿Cuál es otro de los importantes valores humanos que constantemente perseguimos y nunca terminamos de alcanzar?
La respuesta casi que surge por sí sola ante nosotros:
LA LIBERTAD.
Sin dudas, la libertad es uno de los anhelos más altamente valuados por el hombre, y mucho es lo que se ha luchado y lo que se sigue luchando por ella, sin embargo, ya va siendo más que necesario que asumamos de una vez cuál es la medida justa en que las personas podemos tener acceso a ella, sin que esto tergiverse el sentido de tal premisa y se utilice para coartarla.
Por más que no nos guste decirlo, debemos reconocer que nunca podemos ser tan libres como “supuestamente” quisiéramos. Entre las utopías mencionadas, la libertad, tal vez sea la más utópica de todas.
Si consideramos tanto la paz como la felicidad o el bienestar, por más que resulten inalcanzables en cuanto a una continuidad prolongada en el tiempo, al menos por lapsos cortos podemos experimentarlas (y bastante seguido). En cambio a la libertad propiamente dicha jamás podemos tener acceso, ni siquiera por una millonésima fracción de segundo. Siempre estamos limitados por algo que nos impide se enteramente libres, ya sea por cuestiones biológicas, como así también, por cuestiones culturales y/o meméticas.
No contamos, sólo por poner un ejemplo, con la libertad de mantenernos con vida sin ser, literalmente, parásitos de las plantas y depender del oxígeno que nos brindan. Tampoco somos libres de hacer lo que queramos, no sólo en relación a lo más comprensible, que es al relacionarnos con otras personas para convivir en sociedad, sino que tampoco lo somos, en muchos casos, en lo que depende de nosotros mismos.
La realidad nos dice que tenemos cierta libertad en lo que respecta a la hora de tomar algunas decisiones y no mucho más. El sólo hecho de ser concientes que nuestras acciones tienen consecuencias, y muchas de ellas las podemos predecir, ya nos limita tremendamente y de manera categórica.
Muchas veces, de manera algo ingenua, tendemos a relacionar el vuelo con la libertad; la imagen de del espacio abierto, del desplazamiento raudo por el mismo en la dirección que se nos ocurra nos da esa sublime sensación; como si la realidad no nos demuestre, que para poder hacerlo, necesitamos depender de un par de alas que nos sustenten, de una costosa energía que nos impulse o de estar limitados por ciertas reglas naturales, que de incumplirlas, nos precipitaríamos como una bola de hierro a tierra.
Mencioné esta analogía, que tan bellamente suele funcionar cuando hacemos poesía, porque también suele estar íntimamente ligada a los consuelos que las religiones, de manera igual de bella, ofrecen a sus fieles mortales. El alma o el espíritu ascienden al cielo donde gozan de eterna libertad.

Cuando tenía nueve años, en esta misma habitación en la que estoy sentado escribiendo ahora, a unos escasos 80 cm. de mi espalda, estábamos velando el cuerpo de mi abuelo fallecido.
En ese entonces, mi abuela me decía que su alma iba a estar cuidando de mí desde el cielo. Bueno, era un chico, empezaba a desconfiar un poco de esas cuestiones, pero era aún sólo era un chico…
Lo que sinceramente me resulta increíble es que a día de hoy, gente adulta siga creyendo en estas cosas sin hacerse preguntas tan sencillas como ¿Dónde esta la libertad celestial si tenemos que andar velando por nuestros seres queridos hasta cuando van al baño? O ¿Cómo podemos ser felices eternamente si somos testigos desde el cielo del sufrimiento terrenal que eventualmente padecen nuestros seres queridos?
Tristemente, entrado el siglo XXI, época en la que ya se vislumbra la definitiva puesta en evidencia y aceptación del yo como un mecanismo ilusorio de nuestro cerebro; aún infinidad de gentes siguen creyendo en la existencia del espíritu o el alma.
Sin ánimos de ofender a nadie, permítaseme decir que hoy no nos podemos dar el lujo de creer en cosas de las cuales no tenemos ni la más mínima evidencia, al menos si ni siquiera nos tomamos el trabajo de intentar encontrarla. Es necesario de manera urgente tomar conciencia en forma más generalizada que esas, son antiquísimas ideas que se utilizaron y se aprovecharon para controlar a la gente y que a la gente le resultaban útiles porque se sabía muy poco o, directamente nada en comparación a lo que sabemos hoy del funcionamiento de nuestro cerebro. Sus imperativas premisas doctrinarias lo dicen sin tapujos en la voz de una serpiente “El día que comiereis de él [árbol] serán abiertos vuestros ojos y seréis como dioses sabiendo el bien y el mal”.
El hecho de decir yo creo, y con eso es suficiente como certeza, por más que la cantidad de “yoes” sea inmensa y mayoritaria, es una clara actitud egoísta, lo que no quiere decir que se trate de personas egoístas en otros aspectos de su vida; pero sí en este. Y la idea de una continuidad eterna del alma, que en este caso es prácticamente indistinguible del yo, lo pone claramente en evidencia. “Yo no puedo dejar de existir”
Si la humildad es otro de lo valores que perseguimos, sería bueno que al menos lo intentemos, ella está mucho más a nuestro alcance incluso que las otras utopías. Nuestra oportunidad es mientras estamos vivos; como así también, el ser lo más felices, lo más pacíficos y lo más libres que podamos a los largo del tiempo que tengamos para experimentarlo.
Acá es donde, si contraponemos las formas de responder a la pregunta, al comienzo formulada, pueden develarse importantes diferencias en la actitud con la que encaramos nuestras vidas. Si pensamos que al morir vamos a continuar existiendo de una manera ciertamente conciente, y encima ideal, en cuanto a lo que a sentimientos respecta; es posible que aunque sea en una proporción, por mínima que fuere en algunos casos, ésta actitud, puede influir de manera directa en que no invirtamos todos nuestros esfuerzos posibles en intentar conseguir acercase a esos ideales a lo largo de nuestras vidas. Total, lo bueno viene después, lo mejor está a partir del principio del fin. Mientras tanto, pasamos nuestros días adjudicándonos culpas de manera casi constante, y todo por no haber sido como a alguien se le ocurrió que teníamos que ser, y tuvo la brillante idea de comunicárnoslo a través de nuestros miedos. Pero bueno, el sufrimiento en vida luego, supuestamente, es compensado, ahora dediquémonos sólo a quejarnos y a distraernos: la humanidad es un desastre, la gente es mala y no merece, todo lo destruye, ¡No aprendimos nada!…ya Dios nos va a volver a castigar otra vez. Está escrito
¿O es que algo aprendimos?
Si pensamos, en cambio, como ya mucha gente esta pensando -o al menos ahora lo pueden decir sin que se la den por la cabeza- que en el último suspiro se nos fue la vida y eso es todo; es muy posible que nos demos cuenta que, contrariamente a lo que supone mucha gente, en lugar de que todo es un sinsentido vacío de propósito, en realidad se trate de que, justamente, el sólo hecho de vivir y saber que es la única oportunidad, sea el propio fundamento del sentido o el propósito.
De esta manera es mucho más probable que intentemos aprovechar al máximo cada momento, sin dejar de ser concientes que a veces las cosas las hacemos bien y a veces mal y que en general no somos ni tan buenos ni tan malos.
En gran medida, quienes empezaron a verlo de este modo, justamente fueron los que consiguieron lo mayores avances de los cuales hoy todos somos beneficiarios. Con esto, por su puesto, no quiero decir que los únicos, pero si una gran cantidad, y sobre todo en nuestros días. Hoy sabemos de donde venimos y gracias a eso nos empezamos a entender un poco más a nosotros mismos, más o menos estamos empezando a tener idea que lo bueno y lo malo de nosotros tiene sus raíces lógicas y biológicas
También sabemos los errores que cometimos y los que seguimos cometiendo, y también predecimos cuáles son los posibles problemas que se avecinan y empezamos a imaginar en cómo tratar de solucionarlos.
Si nosotros pensamos que la vida es única y es esta, y que tenemos la casi infinita suerte de haber nacido y que somos una posibilidad que resultó favorecida entre otras casi infinitas que no lo fueron, es muy posible que tomemos real conciencia de lo que eso significa, y por ende actuemos en consecuencia.
Nietzche, al contrario de la finitud, tenía su teoría del eterno retorno, la que planteaba, grosso modo, que nuestra vida se repite eternamente tal cual fue, una y otra vez, como un espiral infinito. Esta teoría no la considero plausible como tal, sin embargo sí me parece, que resulta un excelente ejercicio imaginativo para, en caso que no tengamos costumbre de hacerlo, replantearnos la manera en que estamos viviendo nuestras vidas y tal vez, si es necesario, generar algunos cambios.

En resumen, hoy en día, la ciencia, mayoritariamente posee este tipo de pensamiento, mientras que la religión, en su rol de “padre” que sabe lo que no nosotros no sabemos, posee el descrito anteriormente. Muchos pueden ver a la ciencia también como a un “padre”, que sabe los que nosotros no sabemos y que se dedica a regalarnos juguetes tecnológicos a todos aquellos que nos dedicamos a otras tareas y nos resulta difícil entenderla.
¡Ojo! Porque, en el fondo bien sabemos que no sólo ese eso.
Un presidente argentino, en un discurso hace años y ante un país entero, enérgicamente dijo: “Con la democracia, se come, se cura y se educa“
Bueno, yo digo que la democracia debe ser la herramienta que nos sirva para votar a políticos que tenga la “humildad” de reconocer que si vamos a la raíz, es la ciencia la que en realidad nos alimenta, nos cura y nos enseña. Y no sólo eso, es también la que en el futuro, llegado el caso, llevará a nuestro linaje a mundos más seguros.
Pero para poder conseguir esto, somos nosotros mismos los que primero tenemos que hacernos de esa humildad y empezar a reconocerlo.
Con esto, obviamente, no pretendo endiosar a la ciencia ni que nos tengamos que arrodillar ante ella. Eso aparte de carecer de sentido, sería inútil, porque ella se autorregula en forma independiente; pero sí pretendo remarcar lo importante que resulta hoy que le brindemos una mayor atención y un mayor apoyo desde nuestros lugares en la medida que nos sea posible.
Ciencia y religión. Es evidente que ambos magisterios, nunca se pueden pisar, si nos damos cuenta, que en el fondo, uno prioriza la vida, mientras que el otro prioriza la muerte.
Para finalizar, sólo me resta decir, que si a esta idea de auténtica libertad en la muerte, la queremos apuntalar con nostálgicas y bellas ideas de continuidad… y sí…podemos hacerlo, nuestros restos mortales pasarán a formar parte de un proceso en el cual la vida se retroalimenta y los átomos de los que estuvimos compuestos vaya a saber uno de qué otras millones de cosas serán parte. En esencia, por más que sea cierto, esto no es muy diferente a la idea de la reencarnación. En cambio si no nos ponemos nostálgicos y miramos a futuro, esa continuidad biológica la encontramos, como es sabido, en nuestros hijos y no en nosotros mismos. De nosotros sí depende, darle mejores y más útiles herramientas para que puedan ser superadores. También contamos con la continuidad cultural como una realidad, pero debemos considerar que ésta pueda servir para inspirar nuevas ideas y no que se perpetúe como una tradición inmutable.
Si alguno de los pro-psychos de siempre que mencioné al comienzo, llegó a leer hasta aquí, y con una sonrisa ladeada y auto suficiente, concluye para sus adentros que esta reflexión, por más que yo lo niegue, no es más que el producto de una crisis, y que en realidad lo mío es una queja por no haber podido ser lo que había soñado de chico y que por ello -y por mi situación actual-, estoy culpando a mis padres. A ellos simplemente les digo: que cuando dieron una vuelta, yo ya estoy mareado. (Si no advierten la ironía y buscan la literalidad en esta frase popular, añado que estoy en el justo equilibrio y sé perfectamente donde estoy parado)
Los demás por favor sepan disculpar mi insistencia en dejar claro este tema, pasa que ya sabemos cómo funcionan a veces estas cosas, tomamos una etapa que es fantástica para el discernimiento en la cual surgen lógicas dudas, y enseguida la empaquetamos y le ponemos carteles de FRÁGIL, ¡no dude! ¡No piense! ¡Es normal…ya se le pasará! Mientras tanto, tranquilícese, busque algo en que distraerse y duerma tranquilo. Para todo tenemos pastillas.
Otra vez alguien diciéndonos que hacer… no es muy diferente a la adolescencia, sólo que ahora ya estamos más grandecitos y de ninguna manera deberíamos acusar inexperiencia para justificarnos. La poca libertad a la que tenemos acceso en nuestras vidas no me parece nada bueno desperdiciarla de esa manera.
Hay también quien pueda pensar de manera más complaciente y de buen grado, pero no mucho menos autosuficiente ¡Ay éste tipo…otra vez filosofando! Esto lejos está de la filosofía. Ese es otro pensamiento empaquetado, otra de las frases hechas de las que son fácilmente aceptadas por mucha gente, y que sirven como justificación para evitar el ejercicio de pensar sobre ciertas cuestiones, como si esta actividad de mínima reflexión en los temas más profundos, sólo estuviera reservada de manera exclusiva a los filósofos. No dejemos que nos engañen y, sobre todo, no nos engañemos nosotros mismos, esto debe ser, en la medida que nos dé la cabeza a cada uno, una tarea de todos, al menos si queremos, a través del conocimiento, ser más felices y convivir mejor unos con otros.
Si hay algo que me aterra más que la muerte propiamente dicha, es la idea de poder hacer ese repaso final y darme cuenta de que lo único que me voy a perder al estar muerto, es el hecho de dejar de ser parte de un culebrón guionado con mero cotilleo. El cotilleo es parte nuestra, es cierto, somos humanos… pero sería terrible darse cuenta que es a lo único que hemos dedicado nuestro tiempo.
Claro que cada uno tiene la "libertad" de pensar y hacer lo que quiere, o bien, de elegir el método que mejor le resulte. Mi intención aquí sólo es develar cuál es el mío, ya que considero mucho más relevante, ir encontrando luz a medida que avanzamos en nuestro recorrido, que andar tanteando a ciegas con la esperanza de encontrarla, de manera ilusoria, justo al final del mismo.
Sigamos temiendo a la muerte, que en cierta medida, eso no es malo. Pero tengamos en cuenta que para ser eternos y absolutamente libres como tanto anhelamos, debemos prescindir de cualquier tipo de anclaje, sobre todo del más fuerte e íntimo de todos, que es nuestra conciencia. Para esto, necesaria e inevitablemente, tenemos que estar muertos.
Esta idea definitivamente me resulta reconfortante, y de paso, debilita llevando a su punto justo y necesario, al mayor de nuestros miedos.


Saludos para todos!


Juan Carlos


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jueves, 26 de agosto de 2010

Me voy a Morir y tengo Miedo. Una Opinión Personal -Juan Carlos Alonso-


"Mundo de ensueños, tierra dormida donde a la muerte llaman vida."

-Silvio Rodríguez-



UNA IDEA MÁS ÚTIL A LA HORA DE ASUMIR LA MUERTE




En aproximadamente un cuatrimestre, si no sucede nada que determine lo contrario, voy a estar cumpliendo mis primeros cuarenta añitos de vida. Es muy probable que tanto aquel que me conozca personalmente, como el que no, suponga, livianamente y a primera vista, que el motivo que me habrá llevado a interiorizarme en el tema que hoy voy a abordar, sea la renombrada “crisis de los cuarenta”, que como todos sabemos, es esa supuesta etapa de la vida tan promocionada y difundida - si se me permite jugar con las palabras e inventar un término- por los “pro-psychos” de siempre, y que también es tan aceptada por mucha gente en general. En mi opinión, el hecho de que una persona tome conciencia de algunos cambios en su proceso vital, lógico y biológico, e intente bosquejar un inventario de lo hecho hasta el momento, no determina de ninguna manera que este aspecto de dicho proceso tenga que ser necesaria u obligatoriamente crítico. Que tengamos que afrontar algunos problemas es otra cosa, siempre lo vivimos haciendo.
La verdad es que esto lo puedo decir, si se quiere, desde un lugar más que privilegiado; ya que, de lo que hoy podemos considerar la media para el status de un hombre de mi edad, me encuentro casi en la situación más desfavorable de las posibles, para ser claro, esto quiere decir que es muy probable que vaya a soplar mis cuarenta velitas, eventualmente, sin trabajo, sin mujer, sin hijos, sin casa propia, sin cuenta bancaria ni tarjeta de crédito, sin auto, y sin años de la supuesta garantía que brinda el haber llevado una vida saludable; como así también, y vale aclararlo, sin deudas pendientes.
Independientemente que alguna de estas cuestiones, o bien, todas ellas, puedan revertirse de un momento a otro (ya que alguna es consecuencia de la otra) y también independientemente que algunas fueron buscadas intencionalmente y otras no, es necesario decir, y sinceramente no a manera de justificación, que es muy probable que esta situación actual, en la cual estoy prácticamente despojado de estas importantes responsabilidades, me permita hacer un análisis mucho más claro sobre lo que quiero hablar sin que éste resulte de alguna manera contaminado.
Como habrán notado, remarqué en negrita la palabra “casi” cuando hice referencia a lo desfavorable de la situación, y lo hice debido a que no es la más desfavorable de todas, ya que considero que la verdadera crisis de los cuarenta, la tenían que padecer las personas que vivían alrededor de los años 1870 ¿Por qué? Porque en aquellos años, aunque nos parezca increíble, la media para la expectativa de vida era justamente esa, lo que significa que mucha gente a los cuarenta años, directamente se moría.
Y este es el tema que hoy me ocupa: La muerte

Si hay algo que podemos dar por cierto en este mundo, es que todo organismo vivo existente, en algún momento de su ciclo vital, por un motivo u otro, inevitablemente se muere. Algunos de ellos ni se enteran, otros de alguna manera lo intuyen, y nosotros, los seres humanos, que a pocos años de haber nacido, lo sabemos.
Esto de tener conciencia de nuestra finitud, generalmente, es considerado por casi todo el mundo como el gran drama humano, o como el principal motivo de nuestro sufrimiento, y por qué no también como la raíz de todos nuestros miedos, cosas que son ciertas; aunque también deberíamos tener en cuenta que este estado de conciencia resulta ser el motor que nos impulsa (y nos sigue impulsando) a modificar y extender, en cierta medida, la expectativa de nuestra propia vida. Si prestamos atención a lo que dije unas líneas arriba, nos damos cuenta que en poco menos de ciento cincuenta años, logramos prácticamente duplicarla.
Considerar esta cara de la moneda y ver el lado útil de este temor en términos generales e históricos, digamos que equilibra un poco las cosas, pero lamentablemente, en lo intrínseco de cada ser humano, no es suficiente para eliminarlo, ya que éste tiene un fuerte anclaje a nuestro instinto de supervivencia.
Entonces no nos queda otra opción que asumir que, al menos de momento, no hay nada que nos quite ese miedo, y en consecuencia, a lo único que podemos recurrir es al viejo pero siempre vigente, consuelo. Es así de simple, por ahora estamos fritos y no hay mucha vuelta que darle al asunto. O vivimos con miedo a morir, o bien, cuando tomamos conciencia de ello, adoptamos el consuelo tradicional heredado de nuestros padres y/o entorno, con la posibilidad de cambiarlo de más grandes, por algún otro consuelo que los garúes del engaño nos ofertan, sin escrúpulos, en las bateas de cualquier cultura. (Más adelante necesitaremos ver estos sistemas un poco más en detalle).
Visto que no tenemos mucha más opción que adoptar la estrategia de un consuelo para asimilar la muerte, les cuento que yo tengo la mía. Pasa que como no me cuadraban ninguno de los ofrecidos en caché, necesité elaborar uno a mi medida, partiendo de la base, claro está, de mis fuertes sospechas de la inexistencia de cualquier tipo de dios imaginable. Lo cual no quiere decir que no hayan podido utilizar este mismo consuelo otras personas antes, eso sinceramente no lo se, ni tampoco me preocupa, ya que en estas cuestiones busco utilidad y no originalidad.
Lo que sigue a partir de aquí, sin duda, es una prueba más que este escrito no es consecuencia de una supuesta crisis momentánea de la edad, sino de la maduración de una idea que ya me llamaba la atención desde mi adolescencia. Cuento con testigos que pueden afirmar que a lo largo de estos años, muchas veces, incluso hasta en mis intentos de ligar con alguna chica en un bar, se daba que mis temas de conversación consistían en preguntas orientadas hacia esta temática… bueno eso calculo que también, en parte, revelará por qué es que aún me mantengo soltero(aparte del bajo status), je je je…
Bromas aparte. Para poder explicar cuál es mi punto de vista con respecto a esta cuestión, antes sería prudente decir que para hablar de la muerte propiamente dicha, como es lógico, cualquier persona debería fundamentarlo desde la propia experiencia, y eso absolutamente nadie puede hacerlo. Aquí voy a obviar la opinión de todos aquellos “Lázaros” que han tenido la “suerte” de haber estado clínicamente muertos durante unos pocos segundos, y que, ni bien les dieron el alta médica, han corrido a llenarse los bolillos editando libros enteros en los que narraban su experiencia. Y los voy a obviar porque una experiencia cerebral previa (en el caso que realmente la haya tenido) no es bajo ningún concepto un fundamento valedero, y mucho menos si ¡Oh casualidad! coincide con la historia oficial que a tantos les gusta escuchar hasta el cansancio.
Con las cosas puestas de esta manera, entonces sólo podemos hablar en forma hipotética, ya que la muerte cuenta con el exclusivísimo y supremo beneficio de la duda, lo cual nos da el derecho de suponer lo que mejor nos venga en gana, pero de ninguna manera tomarlo como un hecho. Por lo tanto de la muerte, propiamente dicha, sólo voy a suponer lo siguiente:
En lo personal, aunque sea imposible imaginar en forma “vívida” la inexperiencia a partir de la experiencia, podría intentar hacerlo, transportándome, por ejemplo, al 10 de marzo de 1432, o bien de 1969, y suponerme en un contexto similar a estar muerto. Pero con este criterio podría también suponer una sensación similar si intento imaginarme el mismo día de 1972 o incluso de 2009, ya que no tengo idea qué estaba haciendo específicamente ni dónde, está bien que la diferencia está en que, por más que no recuerde el entorno puntual en esas fechas, tengo la certeza que estaba vivo. Esto me indica que el tema de estar muerto no es lo que, en principio, más nos preocupa, simplemente nos provoca cierta melancolía, como tener la sensación de que nos perdemos de algo, así como análogamente, puede resultar para una persona, cuando en una reunión de amigos, todos recuerdan una anécdota divertida y ésta no estaba presente durante el momento en que transcurría.
En el día a día nos preocupa más, o al menos nos resulta mucho más angustiante el hecho de morir que el de estar muerto en sí, y por eso cotidianamente tomamos tantas precauciones, ya sea, conciente o inconcientemente para evitarlo.
Esto sí que es mucho más fácil de conjeturar, ya que yo puedo imaginarme cómo sería morir, de una manera bastante sencilla y en la circunstancia que fuere. Simplemente puedo percibir el último segundo como una sensación similar a la que tenemos cuando estando en un ambiente iluminado y rodeado de artefactos eléctricos funcionando, de repente, se corta la energía, esto en caso que fuera de manera imprevista.
En el caso que sea algo previsto, quienes hayan experimentado cortes de luz programados para una hora exacta, sabrán que por más que uno este mirando el reloj y sepa que se va a cortar en el momento justo que anunciaron, esa sensación de vacío en los sentidos a los que nuestro cerebro no estaba acostumbrado hasta ese momento, en el microsegundo que sucede, no la podemos evitar. Salvando, claro está, la distancia enorme que hay en el microsegundo posterior, entre aguzar los sentidos y amoldarlos a la oscuridad y al silencio; y perderlos por completo.

Cuando recopilaba datos, durante todos estos años, hablando e indagando en la opinión de la gente mediante charlas circunstanciales, me encontré con que ante la pregunta ¿En qué circunstancias preferirías que fuera tu muerte? Exceptuando a los que directamente evaden a toda costa la respuesta con alguna frase hecha, la mayoría de ellos responden “de viejo y durmiendo”, o bien, “sin darme cuenta”. Esto me llamó siempre poderosamente la atención ya que, según mi forma de pensar, más allá que resulten respuestas tan comprensibles como también respetables, hay que estar atentos a lo que ellas nos pueden estar develando. Cuando a mí me hacen la misma pregunta yo respondo: De viejo y despierto, preferentemente de alguna enfermedad que no afecte mi cerebro y me de el tiempo suficiente a un repaso final y lo más minucioso posible de lo máximo que pueda recordar sobre lo experimentado. Como soy conciente que esto sólo es el deseo de una situación ideal, y que lo imprevisible de la muerte está a la orden de cualquier día y de cualquier manera, es por eso que suelo hacer periódicamente ese tipo de repasos. Vale aclarar que esta periodicidad, lejos está de mostrarme como una persona nostálgica, y muy lejos está del extremo de lo que pueda resultar obsesivo.
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La siguiente pregunta clásica que suelo hacer es ¿Y qué pensás que pasa después que uno se muere? Y esta pregunta es la que me va a permitir entrar de lleno a contemplar la posibilidad de obtener un mejor consuelo que el que suele tener la mayoría de la gente. Más adelante veremos como las diferentes respuestas a esta pregunta pueden tener importantes implicancias para nuestras vidas
Pero para esto, como mencioné anteriormente, primero vamos a ver un poco más en detalle en qué se basan los consuelos aceptados más popularmente.
Para casi todos hay “algo” que nos espera luego de haber muerto. Si observamos la lista de Universales Humanos de Donald Brown, nos encontramos que el miedo a la muerte es uno de ellos como así también hay otro ítem que es creencia en lo sobrenatural/ las religiones. Esto quiere decir que, para quien no lo sepa, que junto a otros tantos, estos aspectos de nuestro comportamiento son comunes a todas las sociedades humanas. Ahora bien, cualquier religión de las que existen en la actualidad no tiene ningún inconveniente en considerar sobrenaturales las creencias religiosas primitivas que tenían los grupos de cazadores-recolectores, y si profundizamos un poco más en este concepto y nos sinceramos un poco, nos podemos dar cuenta que de la misma manera se consideran al resto de las religiones actuales que no son la propia, o sea, para los judíos Jesús era un fulano, para Jesús el dios judío era su padre, para los cristianos los judíos fueron asesinos, para cristianos y judíos Alá y las setenta y dos vírgenes un delirio, para los budistas buda es un dios y…etcétera, etcétera, etcétera.
Si seguimos profundizando casi hasta llegar al fondo podemos ver que en las religiones actuales mismas, muchas cuestiones de la propia religión en sus comienzos hoy resultan sobrenaturales(o al menos casi), cosas tales como el geocentrismo, las brujas poseídas por el demonio, e incluso Adán y Eva, ya pocos fieles las consideran ciertas.
Debo decir aquí también que aunque hoy en día, el odio religioso sigue causando infinidad de muertes y conflictos en el mundo entero, al mismo tiempo, muchas personas de diferentes creencias religiosas, gracias a otro de los universales humanos que es la discrepancia entre el habla, el pensamiento y la acción, (algo así como el lado bueno de la hipocresía) pueden convivir relativamente en paz en diversos países. Y esto sucede porque éstas, en cierta forma y lentamente, a medida que se van renovando las generaciones, sus creencias se van, por decirlo de una manera sutil, suavizando. Algo más que lógico si tenemos en cuenta que en la actualidad si una persona apostata, a los sumo su familia o su entorno se enoja y no le habla, pero ya no es encerrada, torturada o asesinada como sucedía antes.
Para redondear un poco la idea, podemos decir que, desde el principio, las religiones se las ingeniaron muy bien inventando diferentes dioses para brindar contención a la gente en lo relacionado al mayor de sus miedos. Bueno, y de paso, aprovechando la ignorancia generalizada de las personas, se puede decir que les sobró imaginación para meter en sus cabezas el resto del pesado bagaje de intereses propios y políticos que las componen y que muchos hoy vemos tan claro… aunque eso ya es otra cuestión.
La ignorancia con respecto a muchos temas, en la actualidad sigue siendo generalizada, pero no es tanta como antes. Esto es lo que permite que muchos creyentes hayan personalizado aún más a su dios y descrean de las religiones, sus tradiciones o de sus iglesias. Lo imaginan cada uno a su manera y es relativamente lógico si lo pensamos un minuto ¿Cómo es posible, por poner un ejemplo, seguir creyendo en un dios cuyas creaturas estén hechas a su imagen y semejanza? ¿Para qué él iba a necesitar de la bipedación? ¿Para qué manos, canas, ojos, nariz, boca, orejas, vísceras? ¿O será que bajo su túnica no hay nada?
Tal vez las futuras generaciones que desciendan de esta gente, mañana incluso no sólo puedan prescindir de las religiones, sino también lo hagan de la mismísima idea de dios, y esta tendencia es lo que me da algo de esperanza.
Bueno, revisados estos aspectos sobre las creencias teístas, estamos en condiciones de observar que todas tienen algo en común con respecto al tema que nos ocupa , y ese “algo” es justamente un valor muy preciado por el ser humano: La continuidad. [...]



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lunes, 23 de agosto de 2010

La Foto de la Semana - Facundo Alonso -

El vaso todo vacío

“Salvar el planeta” es una frase que escuchamos muy seguido y, ya dijimos alguna vez en este espacio, que eso no es del todo posible, mas bien es todo lo contrario. Esto se debe a que, para que la premisa sea válida, deberíamos ser capaces de defender el planeta del golpe de un cuerpo mayor o de la explosión de alguna estrella cercana, por poner sólo un par de ejemplos. Está claro que no lo somos. Sabemos que mucha gente entiende que tal frase en realidad significa “Salvemos al ser humano y a algunas otras especies de una futura, posible y trágica destrucción o extinción”. Pero mucha otra no, piensa que si no lo cuidamos el planeta reventará en mil pedazos literalmente, o se secará para nunca mas albergar ningún tipo de vida. ¿Será parte de aquella, tan mencionada por este blog, “humildad” que nos caracteriza? Alguien me preguntará: ¿Y por que te molestás en aclararlo? ¿Qué importa si alguien piensa eso si es funcional a una causa que al fin y al cabo es buena? Mi respuesta, corta en este caso debido a que se trata de sólo complementar la foto, es: Si importa. Ver sólo una parte de la verdad no nos hará actuar siempre de la mejor manera. Si usáramos nuestros pasos para medir la distancia de una pared a otra de una habitación, nos sería útil. Pero ¿Qué pasaría si utilizáramos el mismo método para calcular un aterrizaje en la luna?
La foto la saqué en Bariloche, joya de nuestra Patagonia, el lago es el Nahuel Huapi y Grisú un local bailable (aclaro para quienes nos visitan de otros países) al que van miles y miles de adolescentes en los viajes de egresados que masivamente se realizan a ese lugar cada año. ¿Todo muy gráfico no? Igual no quiero dar el mensaje "medio lleno", quiero aclarar que, para reclamar a las grandes empresas que dejen de contaminar, deberíamos primero nosotros, eternos alocados adolescentes (sólo figurativamente! je), ocuparnos de no ser tan cínicos.  



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Saludos!


Facundo


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martes, 17 de agosto de 2010

El Planeta Milagroso II -Documental- (parte VI)


"El más profundo mundo en todo está de vuelta. Las formas se adelantan, destrozan la miseria. Montañas van abajo, las aguas se almacenan. Ha amanecido el ser humano"

 -Silvio Rodríguez-



EL PLANETA DE LOS HUMANOS




Mediante este sexto capitulo, llegamos al final de esta serie de documentales que resultan imprescindibles para conocer lo que , hasta el momento, se sabe sobre la historia de nuestro planeta y la proliferación de la vida sobre el mismo. Esto se pudo realizar gracias a la complementación de las diferentes especializaciones del conocimiento humano, como así también gracias al esfuerzo y la unificacíon de muchísimas personas de diferentes paises del globo. Se trata, sin dudas, de un material único y esclarecedor cuya realización esta especialmente concebida para la comprensión del públio en general.

Este último episodio nos enseña como el género homo logró conquistar el planeta y a manera de epílogo nos resume la temática de los capítulos anteriores. Les recuerdo, que como acostumbramos, la publicación del capítulo está dividida en dos videos cortos que se pueden ver independientemente de los cinco capítulos anteriores que, para comodidad del que desee verlos, a continuación les dejamos los links correspondientes.

saludos

Juan Carlos
 

parteII




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sábado, 14 de agosto de 2010

Adarme Divulgación -Jared Diamond-


"Ni las soledades de estas sociedades van a gobernar en ti, sólo realidades, suerte del camino por donde vas a morir."

-Santiago Feliú-




Tercera y última parte de este excelente artículo que me pareció imprescindible transcribir y replicar a través de nuestra sección Adarme Divulgación. No está demás aclarar que se trata de una síntesis súper compacta de la obra Armas, gérmenes y acero; la cual en 1998 le valió el premio Púlitzer a su autor, Jared Diamond.
Para mayor comodidad ambas publicaciones están interconectadas con sus respectivos links. parte. Retomaremos esta sección con un nuevo autor el próximo mes.

saludos!

Juan Carlos


NUEVA SÍNTESIS CIENTÍFICA DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD (Parte III)



viene de: parte I y parte II



...¿Por qué habían seguido siendo cazadores-recolectores todos los nativos australianos?

Hay tres razones obvias. En primer lugar, hasta el día de hoy ninguna especie animal nativa de Australia, y una sola especie vegetal, la macadamia, ha resultado apta para la domesticación. Sigue sin haber ningún canguro doméstico.
En segundo lugar, además de ser el continente más pequeño, la mayor parte de Australia, a causa de la escasez de lluvias y de productividad, puede ofrecer sustento únicamente a una población muy reducida; de ahí que el número de cazadores-recolectores no supera los 300.000.
Por último, es el continente más aislado. La única relación exterior de los aborígenes australianos eran los contactos marítimos indirectos con los habitantes de Nueva Guinea e Indonesia.
Para hacernos una idea de la importancia que el reducido tamaño de la población y el aislamiento tuvieron en el ritmo de evolución de Australia, pensemos en la isla australiana de Tasmania, que estuvo habitada por la más extraordinaria sociedad del mundo moderno. Aún siendo una isla de modestas dimensiones, por el hecho de ocupar la posición más alejada dentro del más alejado de los continentes nos ha ayudado a despejar una gran incógnita sobre la evolución de todas las sociedades humanas. Tasmania está situada a 200 kilómetros al sureste de Australia. Cuando los europeos llegaron a ella por primera vez, en 1642, estaba habitada por 4000 cazadores-recolectores que, si bien guardaban un parentesco con los australianos continentales, tenían la tecnología más simple de cuantas se habían encontrado en ninguna etnia reciente de la Tierra. A diferencia de los aborígenes de Australia continental, los habitantes de Tasmania no sabían hacer fuego; no conocían el boomerang, la lanzadera de jabalina – atlatl - ni el escudo; no tenían utensilios de hueso, ni instrumentos especializados de piedra, ni tenían herramientas compuestas, como una cabeza de hacha montada sobre un mango; no sabían talar un árbol ni vaciar un tronco para fabricar una canoa; no conocían la costura, ni por tanto disponían de indumentaria cosida, a pesar de las nevadas del frío invierno tasmanio, e increíblemente, aunque vivían mayormente en la costa, los tasmanos no pescaban ni comían pescado. ¿Qué dio lugar a estas enormes lagunas materiales en la cultura de Tasmania?
Encontramos la respuesta en el siguiente hecho. Tasmania había estado unida al sur de Australia continental cuando el nivel del mar era más bajo, durante el Pleistoceno; luego, hace 10.000 años. Una subida del nivel del mar acabó con aquel puente de tierra. La gente había pasado a Tasmania decenas de miles de años atrás, cuando todavía formaba parte de Australia; pero una vez que el puente de tierra desapareció, los tasmanos no volvieron a tener absolutamente ningún contacto con los australianos continentales ni con ningún otro pueblo de la Tierra hasta que los europeos llegaron en 1642, ya que ni los tasmanos ni los australianos continentales disponían de embarcaciones capaces de cruzar el estrecho de 200 kilómetros que separaba Tasmania de Australia. La historia de tasmania es por tanto el estudio de un aislamiento humano sin precedentes, salvo en la ciencia-ficción; concretamente, el aislamiento absoluto de cualquier otro ser humano durante 10.000 años. Tasmania tenía la más pequeña y más aislada población humana del mundo. Es obvio que si el volumen de población y el aislamiento ejercen alguna influencia en el crecimiento acumulativo de invenciones, Tasmania debía ser buena prueba de ello.
Si toda la tecnología que he mencionado, ausente de Tasmania, pero presente en la Australia continental situada frente a ella, fue invención de los australianos en el curso de los últimos 10.000 años, tenemos al menos la certeza de que la pequeña población de Tasmania no inventó por su parte similares técnicas ni utensilios. Lo asombros es que los hallazgos arqueológicos muestran aún más: los tasmanos abandonaron, de hecho, algunas técnicas que habían traído consigo de Australia y que en la Australia continental siguieron empleándose. Los utensilios de hueso y la práctica de la pesca, por ejemplo, existían ambas en Tasmania en el momento en que el puente de tierra fue devorado por las aguas, y ambas habían desaparecido de Tasmania para el año -1500. Esto representa la pérdida de una tecnología muy valiosa, que hubiera permitido, por una parte, ahumar el pescado y tener así provisiones para el invierno, y por otra, fabricar agujas de hueso con las que confeccionar prendas de abrigo.
¿Cómo hemos de interpretar estas pérdidas culturales?
La única interpretación a la que yo encuentro sentido es a la siguiente:
Primero, la tecnología ha de ser inventada o adoptada. Las sociedades humanas difieren unas de otras en cuanto a los múltiples factores independientes que influyen en su apertura a la innovación. De ahí que, cuanto mayor sea el volumen de la población y mayor el número de sociedades que habitan una isla o continente, mayor es la posibilidad de concebir cualquier invención y de que ésta sea adoptada en otras partes del territorio.
Segundo, en todas las sociedades – exceptuando las de Tasmania, totalmente aislada- la mayoría de las innovaciones tecnológicas que se difunden proceden del exterior en vez de tener origen local, luego es de suponer que la tecnología evolucionará con mayor rapidez en las sociedades que más estrecho contacto establezcan con otras sociedades exteriores.
Por último, no sólo es necesario adoptar la tecnología, sino mantenerla. Todas las sociedades atraviesan momentos en que, llevados por la moda, adoptan temporalmente ciertas prácticas poco útiles, o abandonan otras de considerable utilidad. Cada vez que tales tabúes, disparatados desde el punto de vista económico, surgen en un área en la que compiten diversas sociedades humanas, solo algunas de ellas acogen el tabú en un determinado momento. Otras conservarán esa práctica de utilidad obvia, y bien competirán con las sociedades que la perdieron, o bien se mantendrán como modelo para que las sociedades en las que el tabú ha influido se arrepientan de su error y reanuden dicha práctica. De haber seguido los tasmanos en contacto con los australianos del continente, hubieran podido redescubrir el valor y la técnica de la pesca y de la fabricación de utensilios de hueso que habían perdido. Pero no había modo de que esto sucediera en completo aislamiento, y así, las pérdidas culturales de Tasmania se hicieron irreversibles.
En pocas palabras, el mensaje que podemos extraer de las diferencias entre la sociedad de Tasmania y la de Australia continental parece ser éste: en iguales condiciones, el ritmo de invención humana es más acelerado –y el de pérdida cultural, más lento- en aquellas áreas ocupadas por una diversidad de sociedades en competencia unas con otras, compuestas por un gran número de individuos, y en contacto con sociedades de otras áreas distintas. Si esta interpretación es correcta, puede que entonces su significación tenga un carácter mucho más amplio. Probablemente explica en parte por qué los aborígenes australianos, que habitaban el continente más pequeño y más aislado, permanecieron en la Edad de Piedra y siguieron siendo cazadores-recolectores mientras los pueblos de otros continentes adoptaban la agricultura y el metal. Es muy probable que ese mismo factor contribuyera a crear las diferencias que ya he mencionado entre los agricultores del África subsahariana, los de las Américas con su extensión mucho mayor, y los de la todavía mucho más extensa Eurasia.
Naturalmente, hay en la historia del mundo muchos factores importantes que no he mencionado. Por ejemplo, he dicho poco o nada sobre la distribución de las plantas cultivables; sobre la forma precisa en que las complejas instituciones políticas y el desarrollo de la escritura, la tecnología y la religión organizada dependen de la agricultura y el pastoreo; sobre las fascinantes razones a que atienden las diferencias, dentro de Eurasia, entre China, la India, el Oriente Próximo y Europa, y sobre el efecto que han tenido en la historia multitud de individuos y de diferencias culturales que no guardan relación con el medio ambiente. Pero ha llegado la hora de sintetizar el significado general de este viaje relámpago por la historia de la humanidad, con su desigual distribución de armas y gérmenes.
El patrón general de la historia –concretamente, las diferencias entre las sociedades
Humanas en los distintos continentes- me parece a mí que puede atribuirse a las diferencias medioambientales entre unos continentes y otros, y no a diferencia biológicas entre las personas en sí. La disponibilidad de especies vegetales y animales salvajes que fueran aptas para la domesticación, y la facilidad con que estas especies pudieron extenderse sin encontrar climas inadecuados tuvo un papel decisivo en el diverso ritmo de aparición de la agricultura y la ganadería; aparición que, a su vez, contribuyó decisivamente al incremento en número de la población humana, de la densidad de población, y a los excedentes de alimentos; hechos todos ellos que, asimismo, influyeron de un modo crucial en el desarrollo de las enfermedades infecciosas, en la escritura, la tecnología y la organización política. Además, la historia de Tasmania y de Australia nos advierte de que las áreas diferenciadas y el aislamiento de los continentes, al determinar el que existan o no sociedades en competencia y el número de éstas, puede haber sido otro importante factor en el desarrollo humano.Como biólogo que practica en el laboratorio una ciencia experimental, me doy cuenta de que algunos científicos quizá se inclinen a desechar estas interpretaciones históricas por considerarlas especulaciones indemostrables, ya que no se basan en experimentos replicados en el laboratorio. La misma objeción se podría hacer a la investigación de cualquiera de las ciencias relacionadas con la historia, como la astronomía, la biología evolutiva, la geología o la paleontología; objeción que puede aplicarse, desde luego, al campo de la historia en su totalidad y a la mayoría de las demás ciencias sociales. Esa es la razón por la que incomoda un poco considerar la historia como una ciencia, y por lo que se la clasifica como ciencia social, lo cual viene a decir que no es del todo científica. Pero recordemos que la palabra “ciencia” no se deriva del término latino equivalente a “experimento reproducido en el laboratorio” sino de la palabra latina scientia, que significaba “conocimiento”. En la ciencia buscamos conocimiento a través de cualquier metodología apropiada que esté a nuestro alcance. Hay muchos campos que nadie duda en considerar ciencia, pese a que hacer una reproducción experimental en el laboratorio sería inmoral, ilegal o imposible. No podemos manipular ciertas estrellas y mantener otras como patrón; no podemos originar ni detener glaciaciones, y no podemos diseñar y hacer evolucionar experimentalmente a los dinosaurios. Sin embargo, podemos alcanzar una formidable comprensión en esos campos a través de otros métodos; lo cual significa que, sin duda, deberíamos ser capaces de comprender también la historia de la humanidad, puesto que la introspección y los manuscritos hallados no permiten intuir con mucha mayor claridad el comportamiento de los antiguos seres humanos que el de los antiguos dinosaurios. Por eso, soy optimista y creo que finalmente encontraremos explicaciones convincentes a estos patrones generales de la historia de la humanidad.


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miércoles, 11 de agosto de 2010

El Universo Conocido -Museo Americano de Historia Natural-


"Puedes quemar también las naves y los mapas, las promesas de ayer, las puertas de la infancia; pero escaparte del pasado será imposible corazón, el equipaje que llevamos es el reflejo de todo lo que se vivió"


-Liuba María Hevia-



UNA VUELTA A LA MANZANA



Hace unos meses atrás, navegando por la red, me encontré con algo que, prácticamente en forma automática, me llevó a traer al presente a uno de los primeros recuerdos de mi infancia. Una tras otra empezaron a aparecer detrás de mis ojos imágenes al estilo marca de agua, en las cuales, mientras mis abuelos salían a la vereda a tomar el fresco en las noches de verano inclinando el respaldo de sus sillones sobre la pared del frente de la casa, yo me montaba en mi triciclo amarrillo y emprendía mi rutinaria carrera desde la mitad la cuadra hasta la esquina. Ida y vuelta, una y otra vez durante quién sabe cuanto tiempo. También, vagamente, recuerdo mis insistentes berreos para que me dejaran ir un poco más allá., por su puesto, con sus proporcionales negativas como respuesta.
Una buena noche sucedió algo inusual hasta ese momento. Algo que hizo que hoy, al recordarlo, la imagen se vuelva más nítida aún que el resto, y más que al estilo marca de agua, ésta se adhiera y se termine convirtiendo al estilo marca de fuego.
De común acuerdo ambos tomaron la sabia decisión, y mi abuela fue la vocera:
“Bueno, hoy puedes dar la vuelta a la manzana”. No se dan una idea lo bien que me vino ese balde de agua fría con el calor que venía haciendo esas noches.
Luego del clásico “Pero ten cuidado eh?”, partí pedaleando a toda velocidad con una sonrisa tal, que las comisuras de los labios se me juntaban en la nuca, y la que duró bastante más tiempo de lo que dura una simple vuelta manzana.
Hoy ese algo que encontré hace meses en la red, me renovó una parte de esa sonrisa y se los quería mostrar a quienes aún no lo conozcan. Se trata de este brevísimo video, el cual representa una nueva y enorme vuelta a la manzana para el conocimiento humano. Hecho por la gente del
Museo Americano de Historia Natural, que está ubicado justo en medio de La Gran Manzana, y que fue puesto a disposición de todo el mundo en Internet hace unos meses. Cabe aclarar que este no es un trabajo de los de estilo únicamente artístico, sino que fue confeccionado con datos reales de todo lo que hoy sabemos sobre el universo conocido.
Los invito a abrir bien los ojos y a ver el mapa virtual de esta manzana. Son unos pocos minutos…tal vez menos que una vuelta en triciclo, pero es posible que en ese tiempo, se les renueve esa emoción innata que todos tenemos… la de ver lo que hay a la vuelta de la esquina.


Saludos

Juan Carlos


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sábado, 7 de agosto de 2010

El Sagrado Cerebro -Fotosimbiosis-


"El amor sucumbe si el dolor no integra su herida crujiente en el pan maduro y hasta el pan sucumbe si el hombre no entiende que la vida está hecha de cerebro y puño"


-Patricio Manns-




SACRED BRAIN



Hoy es día de una nueva fotosimbiosis, y con ella, traemos esta imágen cargada con todo el simbolismo que propone su interrogante. Espero no sea malinterpretada, ya que a estas alturas, todos sabemos que tambén se ama con el cerebro.

Saludos

Facundo y Juan Carlos







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miércoles, 4 de agosto de 2010

Adarme Divulgación -Jared Diamond-



"Delante del escudo más arrogante la agricultura tiene su interrogante."

-Violeta Parra-




Como lo teníamos pautado, hoy continuamos con la segunda parte de este brillante artículo del profesor Jared Diamond publicado en el libro El nuevo humanismo. Y las fronteras de la ciencia. En él podremos comprender las causas primeras por la cuales los europeos se hicieron de los medios necesarios para poder conquistar otros continenetes y por qué fue que no ocurrió a la inversa.
Para mayor comodidad ambas publicaciones están interconectadas con sus respectivos links. la semana próxima publecaré la terecra y última parte.

saludos!

Juan Carlos




NUEVA SÍNTESIS CIENTÍFICA DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD (Parte II)




Viene de Parte I





Hagamos retroceder ahora la cadena de razonamiento un paso más atrás aún. ¿Por qué era mucho mayor el número de especies de animales domesticadas en Eurasia que en las Américas? Las Américas cuentan con más de mil especies nativas de mamíferos en estado salvaje, luego en principio uno podría suponer que aquellas tierras ofrecían abundante material inicial para la domesticación. El hecho es que sólo se ha logrado domesticar a una pequeñísima parte de las especies de mamíferos, debido a que la domesticación exige que el animal salvaje cumpla con numerosos requisitos: ha de tener una dieta que los seres humanos puedan proporcionarle, un ritmo de crecimiento rápido, una buena disposición a procrear en cautividad; debe ser dócil, estar habituado a una estructura social que conlleve un comportamiento sumiso ante animales más poderosos y seres humanos, y no debe ser propenso a sentir pánico al verse acorralado. Hace miles de años, los seres humanos domesticaron a todas las especies posibles de grandes mamíferos salvajes que se atenían a estos criterios y que valía la pena domesticar, y es curioso que, pese a los esfuerzos de la ciencia moderna, no hay habido ninguna adición significativa de animales domésticos en épocas recientes.
Eurasia acabó teniendo la mayor cantidad de especies domesticadas, en parte porque es la más extensa masa de tierra del mundo y ofrecía de entrada el mayor número de especies salvajes. Esa diferencia preexistente aumentó de un modo colosal hace 13.000 años, al final de la última glaciación, cuando la mayoría de las especies de grandes mamíferos de América del Norte y del Sur se extinguieron, quizá exterminadas por los primeros indios en llegar al continente . Como resultado, los nativos americanos heredaron muchas menos especies de grandes mamíferos salvajes que los eurasiáticos, y de entre ellos sólo la llama y la alpaca para poder domesticarlos. Las diferencias entre el Viejo y el Nuevo Mundo en cuanto a especies vegetales domesticadas, sobre todo cereales de semilla grande, son cuantitativamente similares a las del caso de los mamíferos, aunque la diferencia no sea tan extrema.

Otra razón que explica la mayor diversidad local de plantas y animales domesticados en Eurasia es que el eje principal de Eurasia tiene dirección este-oeste mientras que las Américas el eje principal es norte-sur. El eje este-oeste eurasiático permitió que las especies domesticadas en una parte de Eurasia pudieran extenderse fácilmente miles de kilómetros en una misma latitud y encontrar siempre el mismo clima y la misma cantidad de horas de luz diurna a los que ya se habían adaptado. Como consecuencia, las gallinas domesticadas en el sureste asiático y los cítricos cultivados en aquella área se extendieron rápidamente en dirección oeste hacia Europa; los caballos domesticados en Ucrania se expandieron con rapidez este hacia China, y las ovejas, cabras, vacas, el trigo y la cebada de la Media Luna de las Tierras Fértiles tuvieron una rápida expansión tanto hacia el este como hacia el oeste. Por el contrario, el eje norte-sur americano impidió que las especies domesticadas en un área pudieran extenderse mucho sin encontrarse pronto con climas y número de horas de luz diurna a los que no estaban adaptados. Resultado de esto fue que el pavo nunca pasara de México, su lugar de domesticación, a los Andes; las llamas y las alpacas nunca pasaron de los Andes a México, lo cual significó una absoluta ausencia de animales de rebaño en las civilizaciones indias de América central y Norteamérica, y el maíz, desarrollado en el clima mexicano, necesitó miles de años para modificarse y aclimatarse a la breve estación de crecimiento, y a la duración cambiante de los días según las estaciones, de América del Norte.
La existencia de especies vegetales y animales domesticadas fue importante para Eurasia por diversas razones, además de la ya mencionada de permitir que los europeos desarrollaran microorganismos patógenos. Las zonas donde dichas especies crecen y habitan producen muchas más calorías por hectárea que los hábitat en estado salvaje, donde la mayoría de las especies no son comestibles para los seres humanos. Consecuencia de ello es que la densidad de población de los agricultores y pastores es entre 10 y 100 veces mayor que la de los cazadores-recolectores. Este hecho por sí solo basta para explicar por qué los agricultores y pastores de todas las partes del mundo han logrado expulsar a los cazadores-recolectores de aquellas tierras aptas para la agricultura o el pastoreo. Los animales domesticados revolucionaron el transporte terrestre. Revolucionaron también la agricultura, al permitir al agricultor arar y abonar mucha más tierra de lo que su esfuerzo solo le hubiera permitido. Por otro lado, las sociedades cazadoras-recolectoras tienden a ser igualitarias y ano tener ningún tipo de organización política de nivel superior al del grupo o la tribu, mientras que el almacenamiento de los excedentes de comida resultantes de la agricultura favorece la creación de sociedades estratificadas, políticamente centralizadas y gobernadas por una elite. Estos excedentes de alimentos aceleraron así mismo el desarrollo de la tecnología, pues permitían mantener a artesanos que no producían sus propios alimentos y que, a cambio, podían dedicarse plenamente a desarrollar la metalurgia, la escritura, y la fabricación de espadas y armas de fuego.

Así pues, hemos empezado por identificar una serie de explicaciones inmediatas (armas de fuego, gérmenes, etcétera) de la conquista de las Américas llevada a cabo por los europeos; y me parece a mi que; en última instancia, estos factores inmediatos tienen mayormente su origen en la superior cantidad de plantas cultivadas, el muy superior número de animales domesticados y el eje este-oeste del Viejo Mundo. La cadena de causalidad ofrece una explicación muy directa de las ventajas que supusieron para el Viejo Mundo los caballos y los microorganismos patógenos. Pero de una manera más indirecta, la domesticación de plantas y animales reportó a Eurasia una ventajosa situación en cuanto a armas, espadas, naves transoceánicas, organización política y escritura, producto todas ellas de las grandes sociedades sedentarias, densamente pobladas y estratificadas, que hizo posible la agricultura.
Examinemos ahora si este esquema, derivado de la colisión de los europeos con los indígenas americanos, nos ayuda a comprender el patrón general de la historia de África, que me dispongo a sintetizar en cinco minutos, Me concentraré en la historia del África subsahariana, ya que esta región estaba mucho mas aislada de Eurasia, tanto por distancia como por clima, que el norte de África, cuya historia está íntimamente ligada a la historia de Eurasia. Allá vamos de nuevo.
Al igual que nos preguntábamos por qué había invadido México Hernán Cortés antes que Moctezuma tuviera ocasión de invadir Europa, podemos preguntarnos por qué colonizaron los europeos el África subsahariana antes que los pobladores del África subsahariana pudieran colonizar Europa. Aunque los factores determinantes son los ya mencionados: armas, acero, naves, organización política, y escritura, surge una vez más la pregunta de por qué estas armas, naves, etcétera, acabaron desarrollándose en Europa en lugar de hacerlo en el África subsahariana. Para quien estudia la evolución humana, esta cuestión resulta particularmente desconcertante, ya que la trayectoria evolutiva del ser humano comenzó en África millones de años antes que en Europa, e incluso es bastante posible que el anatómicamente moderno Homo sapiens no empezara a llegar a Europa procedente de África hasta hace tan sólo 50.000 años. Si el tiempo fuera un factor crucial en el desarrollo de las sociedades humanas, África hubiera debido disfrutar de una posición muy aventajada, estar a la cabeza de Europa.
Nuevamente, la realidad apunta de manera obvia a las diferencias biogeográficas en cuanto a disponibilidad de especies animales y vegetales domesticables. Si examinamos en primer lugar el caso de los animales, vemos con sorpresa que el único animal domesticado del África subsahariana fue un ave: la pintada. Todos los mamíferos domésticos africanos –vacas, ovejas, cabras, caballos, e incluso perros, llegaron al África subsahariana procedentes del norte: de Eurasia y del norte de África. De entrada no extraña oír esto, puesto que en la actualidad consideramos que África es el continente de los grandes mamíferos salvajes. El hecho, sin embargo, es que ninguna de las especies de grandes mamíferos salvajes africanos resultó posible domesticar. Todas ellas fueron descalificadas por presentar uno u otro problema: bien una organización social poco idónea, una conducta indomable, bien un ritmo de crecimiento lento, etcétera. ¡Imaginen por un momento cuál hubiera podido ser el curso de la historia si los rinocerontes y los hipopótamos africanos se hubieran prestado a las domesticación! De haber sido esto posible, los combatientes africanos a lomos de hipopótamos y rinocerontes habrían hecho picadillo a la caballería europea. Pero no pudo ser así.
En su lugar, como ya he mencionado, los animales de cría adoptados en África fueron especies euroasiáticas procedentes del norte. El largo eje africano, al igual que el de las Américas, tiene un sentido norte-sur en vez de este-oeste, y esto significó que los mamíferos se extendieran hacia el sur de África muy lentamente, puesto que debían adaptarse a diferentes zonas climáticas y diferentes enfermedades animales.
Los problemas que el eje norte-sur supuso para la expansión de las especies domesticadas de África fueron aún más desastrosos para los cultivos que para el ganado. Recordemos que los alimentos básicos del antiguo Egipto eran cultivos tales como el trigo y la cebada de la Media Luna de las Tierras Fértiles y del Mediterráneo, que requieren la lluvia de invierno y variaciones estacionales de la duración de los días para su germinación. Estos cultivos no pudieron extenderse hacia el sur más allá de Etiopía, pues a partir de aquí las lluvias son estivales, y en cuanto al número de horas de luz diurna hay muy poca o ninguna variación de una estación a otra. De modo que el desarrollo de la agricultura en el área subsahariana tuvo que esperar a la domesticación de las especies vegetales de África, como el sorgo y el mijo, que se adaptaron al verano del África Central y a una duración de los días relativamente constante. Resulta irónico que, por la misma razón, los cultivos de África central no pudieran luego extenderse hacia el sur, a la zona del clima mediterráneo de Sudáfrica, donde una vez más prevalecían las lluvias de invierno y las grandes variaciones estacionales de horas de luz diurna. El avance hacia el sur de los agricultores africanos con cultivos de África central se detenía en Natal; más allá de este punto dichos cultivos no daban fruto, lo cual tendría muy serias consecuencias para la historia reciente de Sudáfrica.
Resumiendo el, eje norte-sur y la escasez de especies de plantas silvestres y animales salvajes aptas para la domesticación fueron decisivos en la historia de África, al igual que lo fueron en la historia de la América indígena. Aunque los nativos africanos cultivaron algunas especies vegetales en el Sahel y en Etiopía, así como en el oeste de África, la adquisición de animales domésticos útiles, procedentes del norte, sería mucho más tardía. La superioridad que ofrecían a los europeos sus armas de fuego, naves, organización política y escritura les permitió colonizar África en lugar de que los africanos colonizaran Europa.
Concluyamos ahora nuestro viaje relámpago alrededor del globo dedicando un par de minutos al último continente, Australia. Allá vamos de nuevo, por última vez.
Australia era el único continente que en la época moderna seguía habitado por cazadores-recolectores. Esto hace de Australia la prueba crítica para cualquier teoría sobre las diferencias continentales de la evolución de las sociedades humanas. La Australia aborigen no conocía la agricultura ni el pastoreo, la escritura, los instrumentos de metal, ni orden político alguno a nivel superior al de la tribu o el grupo. Éstas son, por su puesto, las razones por la que las armas y los gérmenes europeos destruyeron la sociedad aborigen australiana. Pero
¿por qué habían seguido siendo cazadores-recolectores todos los nativos australianos?




[continúa en parte III

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