miércoles, 6 de octubre de 2010

Palabras Reencontradas -Juan Carlos Alonso-




"Cuéntame el cuento de las cadenas que te trajeron"

-Pedro Guerra-


Hoy vuelvo a desempolvar viejos papeles para dejar en este rincón de la bodega un monólogo que se me dio por escribir unos cuantos años atrás como tarea de un taller literario que estaba realizando en ese momento. Como en aquella oportunidad, la profesora me dijo que el título era incomprensible (me parece que tampoco se esforzó demasiado en intentar comprenderlo) les dejo la pista que revisen el significado de los números en los sueños con relación al juego de lotería en Argentina y el misterio se develará como por arte de magia… ( Perdón por la ironía, pero no tuve oportunidad de hacerla en su momento je je je)

Saludos!


Juan Carlos





Cuarenta y ocho de veintiuno, del encierro y del cansancio




Dicen que la vida es una lotería. Por lo que veo, muchas veces, la muerte también.
Aunque parezca contradictorio, debo confesar que ya estoy cansado de estar muerto, y digo contradictorio, porque los muertos, siempre nos dijeron que estábamos para descansar en paz y no para cansarnos.
La verdad es que nunca en la vida me imaginé que la muerte pudiera llegar a ser esto. Tampoco supe advertirlo al ver los rostros de los muertos o las muertas con los que me había topado cuando aún estaba vivo, tal vez por ingenuidad propia o, tal vez, no lo noté porque ellos, una de las primeras cosas que aprenden a hacer, es a disimular. Cosa que con el tiempo, aprendí muy bien a hacer yo también.
La causa inicial de nuestro deceso (el mío y el de mi mujer) se produjo, naturalmente, y como en tantos otros casos, por accidente.
Si consideramos que un accidente es un estado que aparece en algo, sin que sea parte de su esencia o su naturaleza, al decir “naturalmente”, en apariencia, se trataría de otra contradicción, sin embargo, si contemplamos la naturalidad con que aceptamos ciertos estados de nuestra civilidad, está visto que no lo es.
El día que se produjo la desgracia fue un sábado por la noche, hace aproximadamente una década atrás. Ella y yo nos encontrábamos sentados en el asiento de atrás de un coche negro, semilujoso y de alquiler. Hay que reconocer que íbamos demasiado rápido y, tal vez, por lo emocionados que estábamos, no le prestamos atención a las luces de precaución.
Pasamos un año y medio en estado de coma compartiendo habitación en el hospital hasta que, finalmente un paro, más cardio que respiratorio, perfectamente sincronizado entre ambos, nos terminó de matar al mismo tiempo. Si, como creíamos, habíamos nacido el uno para el otro, no me parece nada raro que hayamos muerto del mismo modo.
Supe que el chofer del auto aquella noche se salvó, pero según dicen, unos años después murió en otro accidente, aparentemente, en esa oportunidad el “estado” que apreció fue el de embriaguez. Iba solo. Y de un golpe seco de su cabeza contra el espejo retrovisor fue a parar al fondo de una tumba que queda cerca de este lugar.
“Este lugar”… vaya si nos costó conseguirlo. Como muertos recién estrenados que éramos, mucho fue los que nos esforzamos, nos desmorimos ahorrando peso a peso durante interminables años para pagar el crédito que nos permitió seguir muriendo cómodamente en esta bóveda. Siempre signados por los lineamientos que define una sociedad de, y para los muertos.
Luego intentamos alcanzar un alto estilo de muerte como nos habíamos propuesto, pero como tantos otros, nunca lo conseguimos. Recuerdo cuando, por separado, cada uno tenía su vida y en ese tiempo era impensado ahorrar para invertir en estilismos.
Con el paso del tiempo, poco a poco comencé a sentir este encierro. Nuestra muerte cotidiana se tornaba cada vez más rutinaria. Ella no me hablaba ni yo tampoco a ella, la mayor parte del tiempo la pasábamos dentro de nuestro panteón, solo alguna veces, de cuando en cuando, íbamos de visita a los nichos de otros cadáveres con los cuales lo único que teníamos en común era la cesación de nuestras vidas.
Siempre dentro del cementerio.
Las noches eran interminablemente largas pero a esta altura ya dormíamos en féretros separados, lo que implicaba que llevábamos, lo que se dice, una verdadera muerte sexual intensa. Yo, con las ventajas del rigor mortis concentradas en mis músculos más íntimos y ella con su interior seco, tan característico de toda aquella mujer que ya no tiene vida. Cualquier intento resultaba en vano sin la presencia de esa tibia y perfumada humedad que sólo un corazón latiendo es capaz de hacer fluir.
Como de otra forma hubiese sido imposible que suceda, al tiempo, fue el cielo quien se encargó de enviarnos a dos lúdicos angelitos de la guarda, con la injusta misión de ser la última opción de conservar algo entre nosotros, algo que a esta altura ya era inconservable.
Ahora nuestra bóveda esta llena de tierra y se fue cubriendo de telarañas…ya no traigo flores y las únicas visitas que recibimos son cuñadas y suegros que vienen a contarnos de sus muertes. A veces, voy a charlar con los que están en las tumbas comunes, los que por causa o destino terminaron solos en un ataúd, como el chofer del coche. Ellos están muertos como yo, pero suelen ser algo más sabios por el sólo hecho que vivieron más tiempo, murieron sí, pero más viejos. Y me hacen reflexionar…
Siempre fui muy creyente, y no creo que Dios me haya enviado al infierno, pienso esto porque toda mi vida cumplí obedientemente con su mandato divino, acepté las reglas y el destino que Él había marcado para mí, sin embargo, no se por qué estoy acá…
Ya no tolero este encierro, me siento cansado de saber que estoy rodeado de aire y no lo puedo respirar.
Millones de personas sospechan que hay vida después de la muerte. Yo, tengo la firme certeza que la hay. Mañana mismo le pido el divorcio a mi mujer.
Mi conciencia estará en paz con Dios y con la iglesia, ya que cuando aquel sábado en el altar juré honrarla, amarla y respetarla, fue sólo hasta que la muerte nos separe.





***Si te pareció interesante este post, no olvides pasarlo a tus contactos de tweeter y facebook utilizando los botones de arriba***



10 comentarios:

Valeria dijo...

genial! y como lo aterrizaste está de lujo!
siempre me gustan tus ensayos.
felicidades :)
beso!

Juan Carlos Alonso dijo...

Gracias Vale!! me alegro que te haya gustado

besos

kromagnon dijo...

Traté de hacer la tarea, el título sería algo como "El muerto que habla de la mujer"???

Siempre es agradable, interesante y entretenido leerte...

Saludos allende la cordillera.

Lola - Aprendiz dijo...

si, el muerto que habla de su mujer, muy bueno capullo, me has tenido un rato en el google, pero hoy sé un poco más jeje.
El relato pasaselo a Trapero.
Buena metáfora Alonso.
setenta y cinco de veintidos

Juan Carlos Alonso dijo...

Juaaaa Cromagnon y Lola muy bien 10 en la tarea jajaj
gracias por sus palabras, veremos si seguimos reencontrando algunas mas

saludos

Tomasa dijo...

"El muerto que "parla" de la mujer,del encierro y del cansancio"...
...se ve que a la 34 a tu profesora le faltó el dato de la Lotería...

Juan Carlos Alonso dijo...

jajaj es cierto Tomasa... se ve que no la iluminó san cono(03)que aún no me queda claro quien cuerno es jejejej

saludos y gracias pro comentar!

Anónimo dijo...

Clase y fineza al exponer un tema comúnmente matemático jajaja...interesante, entretenido, ilustrativo, "leerte" es garantía de disfrute.

Juan Carlos Alonso dijo...

Juaa Bueno gracias verónica, me alegra que te hayas gustado

Besos

Anónimo dijo...

hola,aunque se que tal vez jamas sabrás de mi existencia, quiero decirte QUE YO SI PUEDO CONOCERTE, y me da gusto que así sea, pienso que tenes mucha razón en muchas cosas y que comparto mucho de lo que pensas. Tengo que confesarte que esta historia en particular me emociona hasta las lagrimas, por ser muy parecida a mi propia vida. Lo bueno que rescato es que me di cuenta que era "una muerta viva", y decidí cambiar eso para siempre. Me queda un largo camino por recorrer y lo se, no es fácil dejar de estar "muerto", pero cada día es una nueva oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que si podemos hacerlo. Mis saludos!