por ejemplo dos niños traviesos
por ejemplo que la madrugada
no nos cambie maletas por besos."
-Joaquín Sabina-
Si bien resulta algo exagerado afirmar que el viejo e irresuelto tema de la posición en que se debe dejar la tabla del inodoro es causal de divorcio o separación, no podemos negar que representa un diente primordial de ese engranaje capaz de desencadenar un desastre en la pareja una vez activado el mecanismo de las diversas disputas cotidianas.
Podemos decir también que desde que en 1778, el carpintero Joseph Bramah, incorporó como mejora del artefacto, la tabla, es uno de los motivos que rasgan a la mitad los géneros masculino y femenino hasta nuestros días.
Mi intención aquí no es otra que extirpar de raíz el diente de este perverso engranaje y resolver el problema de una vez por todas.
Para conseguir tal fin voy a recurrir a la elaboración de un sencillo análisis que se estará basado principalmente en la imparcialidad ante ambas partes, la racionalidad y la aplicación, ya sea, del sentido común como el de la justicia respectivamente.
Primero voy a describir brevemente el problema que ya todos conocemos, sólo por si algún ser extraterrestre o un descendiente muy lejano de alguna especie en un futuro distante llega a leer esto.

Los hombres van a hacer pis al baño y… no, no perdón, soy un caballero, primero las damas. Las mujeres van al baño a hacer sus necesidades, si encuentran la tabla del inodoro levantada, la bajan, se sientan y proceden. Al terminar se suelen ir y dejar la tabla baja. Luego llega el hombre (en el caso que vaya a hacer pis que es el más frecuente) y sin percatarse, o bien, percatándose pero sin tomar acción alguna sobre la posición de la tabla, procede. Durante este proceso, ésta suele salpicarse y hasta en algunas oportunidades directamente mojarse por más que el hombre se esmere en intentar evitarlo. Al terminar, se va y deja la misma como está. Luego nuevamente llega la mujer y al sentarse… ¡ajj! Bueno… no es necesario que describa aquí la desagradable sensación que esto representa, con la onomatopeya es suficiente.
Básicamente en esto consiste el problema y lo que suele pasar en consecuencia es que las mujeres terminan expresando su intolerancia hacia los hombres con epítetos tales como: Que ¡por qué no apuntás bien! que ¡nunca pensás en mí! que ¡claaaro, si nos sos capaz de levantar una media del piso como vas a poder levantar la tabla que es hasta un 1000 % mas pesada! e incluso frases que rayan la bajeza, como el típico ¡ya que no me la embocás a mí, por lo menos, embocásela al inodoro!
Entonces, acto seguido, en respuesta los hombres hacen su descargo correspondiente: Que ¡Por qué no la levantás vos! que ¡seguro que no la levantás para que no se note que no limpiaste! O como contra bajeza ¿y qué querés? ¡El amiguito nunca es fácil de controlar, ni en esta ni en “otras” situaciones! Para terminar con el clásico y definitivo ¡callate loca de mierda y no me rompás la pelotas!
Como sabrán, todo este tipo de exabruptos son los siguientes dientes del engranaje que les mencioné anteriormente y que conducen a un final catastrófico.
Es obvio que si para resolverlo entramos en una discusión cerrada y egoísta que se limite simplemente al “hacelo vos o hacelo vos” de una parte hacia la otra, y el motivo es simplemente “porque sí”, entramos en un círculo vicioso del cual es muy difícil de salir.
Pero haya paz amigas y amigos míos. Si prestamos atención a ese “hacelo vos” notamos que inmediatamente suele estar seguido de un “si no te cuesta nada”. Y en estas cuatro palabritas es donde subyace la solución definitiva al problema. Justamente en el costo(al precio me refiero, no a solucionarlo fumando porquerías, claro está)
Antes de dar la explicación pertinente debo aclarar que, lamentablemente, una de las dos partes lo va a tener que hacer, acá de nada vale el -nos turnamos una vez vos y otra yo- porque estamos hablando de una actividad que se realiza de manera prácticamente mecánica. Los que me conocen y los que siguen el blog frecuentemente, bien saben que no soy una persona machista en absoluto , por lo tanto, mi condición masculina u hombría nada tiene que ver con la conclusión a la que llegué, la cual, mediante estas palabras con las que me estoy atajando, irán sospechando y se irán dando cuenta que éstas indican que uno de los dos géneros va a poner el grito en el cielo y ese grito va a ser bastante agudo, y digo agudo no por la precisión del mismo, si no más bien consecuencia de la escasez de testosterona en el organismo de la persona que lo expresa.
Si chicas, lo siento en el alma que no tengo y les pido perdón en el nombre de dios que no existe, pero las que deben levantar la tabla del inodoro, por más que les pese, son ustedes.
La sencilla razón está como dije antes, en el costo. Por más que las personas comunes y corrientes tengamos por costumbre relacionar el costo únicamente a las cuestiones monetarias o financieras, debemos tener en cuenta que en toda la naturaleza, por más despilfarradora y derrochona que sea, los costos y beneficios trabajan silenciosamente sin que siquiera lo notemos, sobre todo en nuestro comportamiento, ya sea en los sentimientos, como en la relaciones sociales y hasta en la sexuales. Todo tiene un costo. Por lo tanto, la cuestión aquí es explicar por qué a las mujeres les cuesta menos levantar la tabla que a los hombres.
A primera vista podemos poner la excusa simplista de que el hombre promedio es más alto que la mujer promedio, por lo tanto ellas están más cerca de la tabla y le implicaría un esfuerzo menor el agacharse levemente para levantarla y, en los casos excepcionales que el hombre sea más bajo que la mujer en la pareja, entonces el encargado de hacerlo sería él. Pero no, necesitamos una explanación más minuciosa justificada y unificadora.
Veamos el caso nuevamente con las damas primero: Ella llega, se sienta, resuelve su cuestión personal y si en el preciso instante, justo antes de tomar el impulso para levantarse, sólo se toma el trabajo y la costumbre de mover un solo dedo (cualquiera de los diez) y enganchara de manera sencilla con ese dedo la tabla, para luego si, dejarse llevar por el impulso ascendente, sin prácticamente ningún esfuerzo, la tabla está arriba Luego llega él, hace lo suyo y se va. Ante una nueva llegada de ella, la vuelve a bajar con un simple toque y sin necesidad de agacharse, se sienta nuevamente sin preocupaciones y sin sorpresas desagradables.
Cabe aclarar que en las ocasiones en que el hombre deba sentarse también tiene que seguir el mismo proceso que la mujer y dejarla arriba. De esta manera el círculo se cierra perfectamente y sin vicios.
Chicas, deben entender que por más que a veces lo piensen, porque muchas veces les damos motivos, somos primates pero no somos simios, las manos no nos llegan hasta las rodillas!! Cada vez que hay que levantar la tabla nos tenemos que agachar, levemente pero lo tenemos que hacer!! Uds. Pueden decir ¿y que te cuesta?
Y ahí es donde, amigos míos, a partir de este momento ustedes pueden responder con todo el respaldo y la fuerza argumentativa aquí expuesta: Me cuesta mucho más que a vos.
Es necesario comprender que en este tipo de cuestiones no se puede exigir caballerosidad, ya que el sólo hecho de ser exigida la hace perder validez. La caballerosidad, más allá que siempre tenga intenciones ocultas, se debe manifestar espontánea y no se la puede aplicar de manera sistemática a acciones cotidianas.
Si así y todo alguna mujer, luego de conocer esta más que razonable solución al problema, con actitud algo necia, insiste en no querer levantar la tabla, la otra que veo factible, aunque sería a futuro, es recomendarle que eduque a sus hijos desde chiquitos para que levanten la tabla antes de hacer pis diciéndole por ejemplo que si no la levanta va a salir una rata de las profundidades del inodoro y le va a comer el pitulín…a ver si le da resultado
Para el resto de las damas que a partir de hoy mismo van a poner en práctica, contentas, esta aplicación, les digo que las felicito. Ahora pueden despotricar tranquilamente y con justicia porque no cambiamos el rollo de papel cuando se termina o porque dejamos pelos en el lavabo después de afeitarnos, entre miles de cosas más, pero si intentan quejarse por el tema este de la tabla, tengan en cuenta que cada vez que lo hagan verán posado en sus propias cabezas a este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño, graznando: “Nunca más.”
Asunto resulto.
Saludos!!
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